Israel enfrentaba un grave problema de inflación en la
primera mitad de la década de 1980. El aumento interanual de los precios llegó a rondar el 400 por ciento en 1984. No hablamos de un repunte esporádico: la inflación superó el 300 por ciento en los años 1980 y 1985, y se movió entre el 100 y el 150 por ciento en los ejercicios 1981, 1982 y 1983.
Al nefasto escenario inflacionista, se le sumaban otros factores problemáticos: en 1986, la deuda pública superaba el 160 por ciento del PIB y el gasto público rondaba el 60 por ciento del PIB. Con semejante panorama, el economista Michael Bruno diseñó el Plan de Estabilización Económica de 1985, un pacto que contó con el respaldo del gobierno, el banco central, la patronal y los sindicatos. Dos años después de su implementación, el aumento de los precios ya había caído por debajo del 20 por ciento. ¿Qué medidas lo hicieron posible? A saber: reducción del gasto público, freno al aumento continuo de los salarios, fin de la monetización de deuda pública, reorientación de la política cambiaria…
Menos impuestos, menos gasto y menos deuda
La presión fiscal se ha reducido de manera continuada entre los años 2000 y 2015. Hace tres lustros, alcanzaba el 44,2 por ciento del PIB, pero en 2015 había caído al 37,3 por ciento del PIB. Un año clave para reducir el peso de los impuestos fue 2003, cuando el entonces ministro de Finanzas y hoy Primer Ministro, Benjamin Netanyahu, redujo el Impuesto de Sociedades del 36 al 18 por ciento y bajó todos los tramos del Impuesto sobre la Renta, llevando el tramo superior del 64 al 44 por ciento.
Algo similar ha ocurrido con el peso del gasto público sobre el PIB. Hace quince años, en el 2000, los desembolsos del Estado israelí alcanzaban el 47,5 por ciento del PIB, aunque en 2002 ya habían rebasado la barrera del 50 por ciento del PIB. Sin embargo, las medidas de contención del gasto introducidas desde entonces han reducido el peso de los presupuestos públicos hasta el 40 por cietno del PIB.
La deuda pública ha evolucionado de manera positiva conforme ingresos y gastos se han ido reduciendo. El pico se alcanzó entre 2002 y 2004, cuando la deuda superó el 90 por ciento del PIB. Desde entonces, todos los años salvo el 2009 se han saldado con una caída del pasivo de las Administraciones. En 2015, la deuda suponía menos del 65 por ciento del PIB.
Crecimiento e innovación
Entre 1986 y 2008, el PIB ha experimentado tasas de aumento superiores al dos por ciento en todos los ejercicios salvo 1989, 2001, 2002 y 2003. De hecho, la tasa de crecimiento ha sido superior al cuatro por ciento en 13 de los 22 años estudiados. Desde los años 80 hasta hoy, la tasa media de expansión de la economía ha sido del cuatro por ciento, lo que se ha traducido en una espectacular multiplicación del PIB per cápita real, que pasó de seis mil dólares en 1980 a 37 mil dólares en 2010.
Una de las claves del milagro económico de Israel, es el dinamismo de su sector emprendedor. Como explicó Libre Mercado, “las trabas burocráticas y administrativas a los emprendedores son ridículas en comparación con las que aplicamos en España. Por eso no sorprende leer que Israel es uno de los centros de innovación más importantes en el mundo. Los datos no dejan lugar a dudas: con ocho millones de habitantes, Israel tiene más startups cotizadas en el Nasdaq que todos los países europeos juntos. Además, su industria de capital riesgo (venture capital) es una de las más importantes del mundo”.
Fuente: unidosxisrael.org