La Shoá es un suceso histórico catalogado entre los acontecimientos “límite” a ser representados y narrados, que desafían a cualquier persona al momento de querer abordarla, ya que es un fenómeno que se haya en el límite del trauma de la experiencia humana colectiva para poder ser aprehendido, explicado, comprendido, interpretado e interiorizado, a fin de poder de ahí sacar una lección para que un genocidio de tal naturaleza no vuelva a suceder jamás, ni con el pueblo judío, ni con otro grupo humano en el mundo.
La Shoá es una experiencia “límite”, porque pese a que ha sido narrada y representada en diversas formas —ya sea en investigaciones documentales, históricas, literarias, teatrales, artísticas y fílmicas— posee en sí misma una especie de agotamiento de hacerla visible, legible y comprensible ante la idea de la voluntad de un pueblo de querer exterminar a otro hasta llegar al deseo intencionado de aplicarle sistemáticamente una “solución final” a su existencia. Por consiguiente, se encuentra en el nivel de lo indescriptible y desafortunadamente, con las muestras de intolerancia humana y antisemitismo que se viven hoy día, de lo imprescriptible para que ello no vuelva a suceder.
No obstante, la Shoá, inherente a sí misma, trae consigo la exigencia de ser dicha, de ser narrada y representada, sobre todo por parte del pueblo judío, cuyo precepto bíblico de “Zajor” lo llevó a siempre mantener vivo su pasado para que sea transmitido de generación en generación. Dentro de la singularidad del pueblo judío se haya la noción histórica de rememorar su origen, su salida de Egipto, su liberación y entrada a la tierra de Israel, su exilio, sus persecuciones, sus tradiciones, a fin de que la llama del judaísmo sobreviva hasta el final de los tiempos, y que no se apague por la inercia del olvido. De aquí que pese a la dificultad de contar e interpretar a la Shoá demanda ser recordada y rememorada, debido a que fue un hecho contemporáneo que marcó profundamente las entrañas existenciales del judaísmo (y de la humanidad), no solo por la pérdida de vidas, sino por la herida que se le infligió a las variopintas formas de vida del judaísmo, principalmente europeo. Esta es una aporía con la que los judíos tendremos que lidiar en cada época del futuro en la medida que estemos precisados a conmemorarla.
Desde que se experimentó la Shoá, la historia humana y judía se enfrentó al reto de narrar y reflexionar lo injustificable, lo no-válido para la conciencia moral, donde la crueldad, la bajeza, la desigualdad extrema entre el victimario y la víctima se manifestaron en toda su extensión. Inmediatamente emergieron preguntas tales como: ¿Cómo explicar los relatos de los sobrevivientes de la Shoá, tan difíciles de entender y tan difíciles de plasmar en la memoria histórica? ¿Es posible revivir los desgarramientos de su ser interior y sus sufrimientos sin alivio concebible, y los de aquellos millones que no pudieron sobrevivir para expresarlos, pero que estamos en deuda de hacerlo? ¿Cómo se puede representar y narrar el perjuicio por excelencia ocasionado al otro hasta llegar a su muerte infligida? ¿Cómo explicar a los seres humanos de las siguientes generaciones que el hombre es capaz de hacer mal al otro hombre? Y que en ese mal subyace el odio, la voluntad de humillar, de empujarlo al desamparo y abandono, hasta llegar a su eliminación.
¿De qué herramientas se pueden asir el historiador, el escritor, el artista, el cineasta y cualquier ser humano para explicarle a las generaciones actuales y venideras, no solo lo que sucedió en la Shoá, sino sus implicaciones en el presente y en el futuro, cuando nuevamente se vive un ambiente de odio y violencia en diversos espacios del orbe, que pueden llevar a los hechos “límite” que no encuentran lenguaje alguno para ser contados y representados, pero que a la vez demandan no ser olvidados?
La Shoá jamás podrá ser narrada y representada en su esencia. Es indescriptible e imprescriptible, ya que a la vez que demanda ser recordada y no olvidada, aún no llega al estadio de ser aprehendida, comprendida e interiorizada para que la naturaleza humana no continúe destruyéndose a sí misma.