Cuenta la historia de nuestro movimiento, verificada por documentación de Yad Vashem, que en vísperas de una de las deportaciones a los campos de concentración y exterminio, se suscitó uno de los momentos más conmovedores frente a la tragedia que atravesó nuestra tnuá.
Algunos de los jóvenes pertenecientes a la tnuá participaron en una ceremonia –mifkad– clandestina, de la que poco se sabe, en la cual la bandera del movimiento en Ludwigsfelde, Alemania, que tenía su sede en la granja de Ahrensdorf, fue cortada en doce retazos que se repartieron entre los líderes de Macabi de aquel momento.
Los jóvenes trataban de encontrar el modo de emigrar a la Tierra de Israel o de ser posible a cualquier lugar lejos del conflicto; –cosa que hubo que acelerar circunstancialmente cuando la situación dejó de permitir la espera del cumplimiento de la mayoría de edad– , de igual manera, siempre hubo espacio para quienes necesitaron –judíos o no– quedarse con los macabeos para resguardarse de los horrores de la confrontación bélica.
Las hajsharot para preparar a los jóvenes que fueran a emigrar –hacer aliá– a Eretz Israel fueron canceladas en 1941 y los líderes y los jóvenes a su cargo fueron trasladados al campo de retención en Neuendorf, donde habían sido concentrados grupos variados de judíos que eran obligados a realizar trabajos forzados bajo la supervisión de la Gestapo.
Una de las lideresas era Anneliese Borinski, quien estuvo presente en la noche de la partición de la bandera.
Su testimonio, presente en el mifkad –la ceremonia– de la partición de la bandera, cuenta lo siguiente:
7 de abril de 1943. “Afuera están los guardias de la Gestapo. Se nos prohíbe salir al patio, comenzamos nuestra reunión final, el último mifkad de Macabi. Una vez más, cada uno está vestido de azul y blanco. Cantamos los himnos. Traen las banderas. A una le falta el centro, fue cortada anteriormente y este se encuentra ya en Eretz Israel. Herbert toma la “bandera del corazón roto” y la corta en doce retazos. Los distribuye entre compañeras y compañeros que serán responsables por cada grupo, uno para el compañero que será responsable por los de “sangre mixta” que quedarán en Alemania. En esta oportunidad prometemos el uno al otro que cuidaremos de los retazos, y que cuando volvamos a reunirnos en la Tierra de Israel los armaremos para formar nuevamente la bandera y con ella nuestro movimiento”.
Fecha posterior, desconocida. “Este desgarro de la bandera que me fue entregado, lo llevo conmigo hasta hoy. Permaneció conmigo durante todas las búsquedas corporales y las selecciones en Auschwitz. Debo seguir llevándolo conmigo porque lo he prometido, y esa promesa me empuja…”
Los jóvenes miembros de Macabi Hatzair estuvieron presos en Auschwitz cerca de dos años. Como otros prisioneros fueron destinados a trabajos forzados, y sufrieron como todos la tortura del hambre, el frío y la humillación. Muchos sucumbieron a las terribles condiciones. Anneliese abandonó Auschwitz en una marcha de la muerte en enero de 1945, junto con su kvutzá. Los jóvenes, heroicamente escaparon de la columna y llegaron a la zona de ocupación estadounidense. Anneliese emigró en 1945 y se estableció en el kibutz Maayan Tzvi, y desde su matrimonio se llamó Ora Aloni. Hasta su fallecimiento trabajó en la educación.
El retazo de Anneliese es el único de los que fueron distribuidos entre los líderes que llegó a Israel. Estuvo preservado en el kibutz Maayan Tzvi hasta que el hijo de Ora Aloni lo entregó a Yad Vashem en 2007. Los supervivientes del movimiento que se reunieron en Israel confeccionaron una réplica de la bandera y bordaron sobre esta las marcas que dividieron en doce partes a la original. Esta réplica también se conserva en Yad Vashem.
Aunque al finalizar, la guerra fue una minoría de los janijim y bogrim la que salvó su vida, el movimiento nunca se extinguió y pudo reconstruirse en varios países y en Israel para convertirse hoy en día en uno de los movimientos más fuertes e influyentes en el mundo de las tnuot y el judaísmo. Jamás nuestros enemigos tendrán la fuerza de extinguir nuestro fuego, de apagar el fuego de nuestro ideal, aquel que heredamos de los Macabim. Siempre será un orgullo para nosotros con la fuente en alto gritar: ¡Macabim Jazaak, Jazaak Ve’Ematz! ¡Macabeos fuertes, fuertes y valientes!