Toda fiesta judía cae en un día específico del mes, con una excepción: Shavuot,

el día en el que aceptamos la Torá. Shavuot es siempre el cincuentavo día después del comienzo de Pésaj. Bajo el calendario judío esencial en el que la corte rabínica determinó el comienzo de un mes a través de testigos que vieron la luna nueva, podía técnicamente caer en cualquiera de tres fechas dado que el número de días en el mes judío puede variar de año a año. El nombre Shavuot alude a su independencia del calendario estándar. El nombre significa semanas, demostrando cómo la fiesta marca la culminación de siete semanas más allá de la fecha. ¿Cuál es la esencia de este día sin fecha? Hay pistas para la respuesta en el proceso que lleva a Shavuot, el libro que leemos en Shavuot, y en el número 50 en sí mismo.

La clave para entender la fiesta de Shavuot yace dentro del proceso que lleva a ella. Comenzamos contando los días desde el éxodo de Egipto, nuestro nacimiento como pueblo, y continuamos hasta Shavuot, el cincuentavo día. Esa cuenta marca un período de metamorfosis nacional. El pueblo judío estaba tan consolidado en Egipto que la Torá describe al éxodo como la extracción de una nación de en medio de otra. Como un niño recién nacido, estábamos en nuestra infancia espiritual y en solo cincuenta días alcanzamos la elevada estatura que nos permitió recibir la Torá. Nuestra cuenta comienza con un simple sacrificio de cebada, comida considerada como forraje para animales. Culmina con un sacrificio especial del pan más fino (comida humana), significando nuestro arribo nacional a un nuevo nivel de existencia.

Camino hacia Israel, Iaacov se encontró con su hermano, Esav, quien estaba viniendo para saludarlo con un ejército de 400 soldados. Considerando la resolución previa de Esav de matar a Iaacov, Iaacov rezó, preparado para la guerra, y también envió olas de regalos para tranquilizar a su hermano. Al principio Esav se rehusó a la generosidad, y respondió con: “Yesh li rav” (tengo muchas cosas). De todos modos, Iaacov insistió y respondió con: “Yesh li kol” (lo tengo todo). Iaacov lo persuadió, y Esav aceptó todos los regalos.

¿De qué se trató el diálogo en realidad? ¿Cómo fue que el hecho de que Iaacov poseía todo determinó que Esav aceptara los regalos al final?

Las protestas iniciales de Esav fluyeron al expresar que tenía mucho. De hecho, Esav representa un mundo basado en multitudes, en mucho y en cantidad. Cuando la familia de Esav es enumerada como solamente unas pocas personas, la Torá se refiere a ellos como nefashot, almas, en plural. En contraste, cuando la familia de Iaacov sumó 70, la Torá los llamó nefesh, alma, en singular. El poder de Iaacov y el significado de tener todo no es que Iaacov simplemente tenía una fortuna, sino que, había unificación en todo lo que poseía, y cada unidad individual que tenía se fusionaba en un todo más grande, una unidad trascendente. Iaacov verdaderamente lo tenía todo, y el regalo era apropiado para Esav, para quien la cantidad era siempre una cosa buena.

En nuestra cuenta hacia Shavuot, buscamos alcanzar el nivel de Iaacov. Contamos 49 días, representando el mundo de Esav, el plano de multitud en la expansión completa del número siete, representando la naturaleza. Alcanzamos el máximo en un mundo de cantidad. No es sorprendente que la guematria de Moab, la nación previa de Rut, es 49, representando el mundo físico, el hecho de acumular cantidades. Y nosotros vamos un paso más allá, y alcanzamos el 50, representado por el kol descripto como poseído por Iaacov. El valor numérico de kol es 50. Nuestro kol nos permite ir más allá de los detalles y fusionarlos en una sola unidad, trascender el mundo de la cantidad y alcanzar un todo unificado. Es ese nivel elevado el que nos trae desde la infancia, desde nuestro estatus de recién nacidos, a la madurez, y transforma cada experiencia que tenemos en una sola cosa. Nos permite venir desde las profundidades más hondas, para que la línea davídica provenga de los orígenes más humildes y alcance los lugares más elevados.

Recibimos la Torá en el día 50, no en una fecha del calendario. Es el producto de nuestra cuenta a través de todos los niveles naturales, y alcanzamos la trascendencia, hasta el punto en el que no incluimos el día 50 dentro de la cuenta – una fecha que no es cuantificable. En cambio, llegamos a él. En ese día, nos paramos bajo el Monte Sinai como una sola persona, con un solo corazón. No éramos millones, sino simplemente uno. De forma paralela, la Torá habla de cada aspecto de la vida y provee guía para cada situación concebible. La Torá unifica cada detalle, fusiona cada componente dispar. Es el kol máximo. Nos permite tomar nuestras experiencias más básicas y nuestros humildes orígenes y unirlos para una causa mayor.

Hasta este día, el poder sobrevive. A través del proceso de Shavuot y los días que llevaron a él, podemos trascender nuestro pasado, y unificar todos los detalles de nuestra experiencia previa para alcanzar el punto en el que trascendemos lo que éramos y nos convertimos en algo más grandioso.

Fuente: aishlatino

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