Me llamo Estela, me dicen “la cubanita” porque nací en Guantánamo, Cuba y nunca perdí el acento.

Tengo ochenta y ocho años, llegué a México a los veintidós cuando me casé con mi queridísimo y difunto esposo. Ahora vivo sola acompañada por una sirvienta y apoyada por mis hijos Julie y Víctor. Todas las semanas voy al súper Soriana que está sobre la calle de Ejército Nacional en Polanco y me regreso a la casa. Lo hago manejando mi coche y sin apoyo de ningún chofer o sirvienta porque, como les he dicho a mis hijos mil veces, yo me basto sola. Pero hoy pasó algo insólito. Salí del estacionamiento y al dar la vuelta para cruzar Ejército Nacional hacia Polanco para ir a mi casa, por más que apretaba el freno del coche, éste no se detenía. Yo apretaba y apretaba con el pie y el coche corría y corría. El caso es que no sé cómo brincó el camellón y acabé chocando con la bodega de basura de Casa Palacio, una hermosa tienda que está enfrente. Yo me mantuve quietecita porque no podía salir del coche ni entendía que me había pasado. Llegó la gente de la tienda y empezaron a maniobrar para sacarme de ahí. Muy preocupados me preguntaban sobre cómo me sentía. Yo les dije que bien, pero que no sabía porque había llegado ahí, que yo me mantuve quietecita pisando el freno pero el coche no me hacía caso. Llamaron a mi hija para que viniera por mí, llegó la Cruz Roja a revisarme. Cerraron las puertas de la tienda para que los periodistas no me molestaran. Buscaron una silla cómoda para que esperara a que llegara mi hija y la gente del seguro de coche. Todo se resolvió, pero mi coche fue pérdida total. Mi cochecito, tan querido, había dejado de funcionar y estaba destrozado. Le pregunté a Julie cuando me daba otro y ella, cruelmente, me dijo que ya no había más, que yo no debía volver a manejar un coche porque mi vida corría peligro. Absurdo, yo soy capaz y autosufi ciente. Cualquiera tiene un accidente, ¿por qué yo no? No es el primero. Pero, ella insistió en que me había salvado de milagro y que además había corrido con la suerte de no haber matado a nadie. Hasta la fecha no me hago a la idea de que ya no puedo manejar mi coche. ¡Qué crueldad de mis hijos! Yo quiero mi cochecito. ¡Yo quiero mi cochecito y no lo entienden! En fi n, tendré que conformarme con ir a Beyajad en el CDI como me dijo Julie y esperar a que me recojan y me traigan como si fuera una inútil. Yo puedo y quiero valerme por mí sola. Yo quiero mi cochecito y voy a insistir hasta que me den otro.

Share.

Leave A Reply

Exit mobile version