En una entrevista celebrada en Nueva York hace poco más de diez días entre la periodista Christiane Amanpuor de CNN
y la jefa de relaciones exteriores de la Unión Europea (UE), Federica Mogherini, se le preguntó a esta si la UE seguía estando firme en cuanto al mantenimiento del acuerdo con Irán (JCPOA), por el cual quedaron legalizados los intercambios comerciales y financieros con el país persa a cambio del compromiso de este de abandonar su desarrollo nuclear con fines bélicos. La respuesta de Mogherini fue afirmativa, bajo la justificación de que la ruptura total del acuerdo con Irán como lo pretende el presidente Trump, haría del mundo un lugar mucho menos seguro, aduciendo además que solo mediante los nexos establecidos a partir del JCPOA es posible monitorear y presionar o estimular a Irán para modificar muchas de sus políticas inconvenientes y peligrosas para la estabilidad de la región y del mundo.
Una de las siguientes preguntas a la entrevistada fue por consiguiente, cómo podrá la UE sostener su postura al respecto si, como amenazó Trump, Estados Unidos procedería a imponer sanciones secundarias a los países y entidades comerciales y financieras que mantengan lazos con Irán, y no se plieguen a la reimposición de las sanciones y los bloqueos que Washington ha estado reinstalando. Mogherini hizo alusión entonces a que se estaba estudiando un mecanismo capaz de burlar las eventuales sanciones estadounidenses, aunque no precisó en qué consistiría. Fue poco después cuando empezó a fluir información acerca de ese plan que de manera sintética consistirá en la creación del llamado ‘vehículo para propósito especial’ (SPV, por sus siglas en inglés), que consiste en un nuevo mecanismo de pago entre Irán y sus clientes-proveedores, basado en un sistema de trueque que posibilite un flujo mínimo de fondos.
El mencionado SPV se planea como una entidad legal, propiedad de los países europeos participantes que estará abierta a otras naciones que interactúen con Irán. Se prevé que el SPV esté conectado con uno o más bancos centrales europeos, de tal forma que se pueda prescindir del servicio de SWIFT que sirvió durante el periodo 2012-2016 para impedir transacciones entre Irán y el sistema financiero global. Lo anterior implica que ninguna de las operaciones mediadas por el SPV estarán basadas en el dólar, lo cual favorecerá a socios comerciales de Irán no europeos, e incluso a Rusia y a China, quienes podrán interactuar con Teherán en sus monedas locales a través del SPV.
Es esperable que en respuesta, Estados Unidos trate de sancionar a todas las entidades que hagan uso del SPV. En ese momento sin duda, estallará un conflicto que enfrentará a los dos bandos, y que podría impulsar a los europeos a emprender acciones legales contra intereses estadounidenses en Europa, o bien a recurrir a la Organización Mundial de Comercio para que intervenga e imponga su arbitraje.
El mecanismo del SPV está aún en proceso de formación, y es incierto qué tanto funcionará como lo pretenden sus creadores, y cuáles serán sus fortalezas y debilidades. Pero lo que sin duda se muestra desde ahora es que en este tema como en muchos otros de similar relevancia, Estados Unidos y algunos de los más importantes miembros de la Unión Europea se han convertido en antagonistas abiertos. Después de décadas de colaboración en múltiples áreas, y de estar en la misma sintonía ideológicamente, hoy por hoy los senderos se bifurcan. Los muy visibles rasgos de la democracia ‘iliberal’ practicada por la administración Trump, junto con su vocación por el aislacionismo condensado en el lema “América primero”, son algunas de las causales de ese proceso de divorcio hoy en curso en la relación de Estados Unidos con la mayor parte de los países de Europa Occidental. Las consecuencias de lo anterior no ofrecen sin duda, un panorama optimista del futuro.
//ESTHER SHABOT
Fuente: Excélsior, 6 de octubre, 2018.