Papacito, pásame un sal de uvas es una comedia de

enredos muy divertida que se centra alrededor de un joven enamorado de la hija de la mujer con la que alguna vez tuvo un romance. Una obra que hubiéramos disfrutado… si el camión en el que venía el elenco no se hubiera descompuesto en la carretera y ahora los únicos que quedaron para entretenernos son Héctor (Gabriel Sasson) y Jaime (Jonathan Bronsoiler) y todo lo que tienen para entretenernos, son unos textos que les va enviando el escritor por teléfono y las voces que les guían desde la cabina (entre ellas las del director Marco Capilla).

Lo que vi en escena

Los dos actores principales están en escena todo el tiempo y su labor es mantener el ritmo y el interés del público. Más que una obra con una historia, es más parecido a un acto de stand-up en el que los actores utilizan lo que tienen en el escenario y las pocas instrucciones para entretener a los que se encuentran en escena (también juega con la tradición de las ‘llamadas’, que es en lo primero que se desorienta al público). Para cualquiera que haya crecido (o más bien sufrido) con Barney, el dinosaurio púrpura, la puesta acaba con una recreación muy atinada de la voz de este personaje para crear el perfecto chiste final.

XXV Festival de Teatro Habima

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