Luis Manuel, el director de la orquesta, enseña que Vivaldi fue un compositor barroco y explica sobre la tonalidad y el ritmo.
Hay tocando aproximadamente veinte niños y jóvenes, entre ellos está Sofia, que es la más chica de ese grupo de los alumnos que tienen más tiempo en la orquesta. Ella toca la flauta transversa y tiene tan solo 10 años.
Después de la primera frase, el director los detiene. Pide se corrija el tiempo porque es una pieza alegre y van muy lento. Tocan nuevamente, esta vez, varios compases. Los vuelve a detener. Esta vez el tiempo está bien, pero no le gusta el balance. Pide a los cornos que toquen solos, van un poco atrasados. Los violines necesitan más sonido. Llevan la melodía. Continúan ensayando hasta que después de varios intentos el balance de cada instrumento le parece mejor.
Les pide que practiquen los pasajes difíciles en sus clases individuales con sus maestros para que cuando estén ensamblando juntos puedan concentrarse en pulir el sonido de la obra.
Llega el recreo en donde conviven entre sí niños de todas las edades, de diferentes escuelas y comunidades. Un joven de la Sefa, una niña de la Maguén y otra de la Yeshiva. Cada uno toca un instrumento diferente. Veo a algunos de los miembros del consejo estudiantil atendiendo la tiendita.
Termina el recreo y regresan a sus clases. El sonido de los instrumentos vuelve a sonar.
Terminando las clases se me acerca una mamá a dar las gracias, y decirme que Kol Shalom le cambió la vida a su hija.
Salen los niños felices y yo al verlo me voy con una gran satisfacción por lo que se está logrando, por los valores que se están inculcando a los niños, y por tener el privilegio de ser parte de este hermoso proyecto.
Informes sobre Kol Shalom con Camila Resnick al (55) 1590 9590.