La comunicación es una manera de conectar con los seres humanos en un plano de ideas compartidas. El

medio del teatro es único por su elemento espacial en vivo e inmediato. El espectador y el espectáculo ocurren dentro de un mismo espacio. En este sentido, la experiencia teatral solo puede vivirse en persona, como un evento que no vuelve a ocurrir nunca, aunque se repita muchas veces. El teatro requiere de la colaboración de varios elementos simultáneos que tienen que sincronizarse a la perfección para que este evento se lleve a cabo: luz, sonido, escenografía, texto, coordinación de horarios, equipos técnicos, actores, etcétera. Para coordinar tantos elementos, debe haber protocolos, jerarquías, y métodos refinados de disciplina y estudio.

Como espectadores, nos sentimos cómodos en las butacas y nos permitimos relajarnos y concentrarnos hasta entrar en un estado meditativo individual, y a la vez colectivo. En este espejo mágico con lo incómodo, se nos proporciona la oportunidad de integrar nuestro lado oscuro: temas relacionados a la muerte, el miedo, el conflicto, la vergüenza, la duda, la culpa, la violencia, el abuso, el terror, etcétera. Creamos como grupo un contenedor de ensueño, de catarsis, y en vez de rechazar nuestro dolor como lo tendemos a hacer de manera reactiva y rutinaria, encontramos una nueva manera de relacionarnos al dolor mismo, el cual muchos sabios dicen ser el secreto a una vida feliz.

El dolor, natural e inevitable para todo ser vivo, puede ser tan incómodo y vergonzoso que nos llega a causar mucho sufrimiento inventado, evitable, y completamente innecesario. En este espacio tribal y meditativo, integramos nuestra oscuridad con menos apego e identificación, y nos permitimos un contacto crudo y desprotegido con el dolor natural de la vida de manera segura y colectiva. Así aprendemos el verdadero mensaje del dolor, de corazón: que todos tenemos vulnerabilidad, y que nadie es perfecto. Esto nos permite dejar de causarnos sufrimiento innecesario los unos a los otros como reacción inconsciente al dolor inevitable de la vida. De esta manera, el teatro además nos conecta con la cruda realidad de que sí, en efecto, algún día morirá nuestro cuerpo físico temporal, pero también nos conecta a ese espacio etéreo atemporal que va más allá del cuerpo individual, y vemos que realmente no hay nada que temer en esta vida preciosa.

El teatro nos recuerda que hay reinos más allá del individuo, algo más grande que el miedo o que la misma muerte, llamémoslo espíritu o comunidad, amor o luz, fuerzas de trascender el miedo a la muerte que tanto nos puede desempoderar como individuos y como comunidad. El teatro nos reconecta con nuestra naturaleza y nuestra esencia indestructible, encontrada en las estrellas y en las montañas, en las flores y la lluvia, en las risas y las lágrimas, en nuestra mente y en nuestro corazón. Por esto y más, el teatro es un espacio sagrado y ceremonial, tanto para los que lo crean, como para los que lo disfrutan.

XXV Festival de Teatro Habima

Share.

Leave A Reply

Exit mobile version