El teatro es el lugar en el que te enfrentas a lo más profundo de tu ser.

Suena absurdo, porque el teatro es donde finges ser algo que no eres en un escenario que está diseñado para fingir ser algo que no es. ¿Qué puede ser verdadero en el teatro si todo lo que uno ve es, de cierta forma, falso? Eso es algo que solamente se descubre estando ahí, y cualquiera que haya tenido esa experiencia dirá que es donde se siente lo suficientemente seguro para explorar esos aspectos de su ser.

Para mí, el teatro empezó como un lugar en el que podía jugar a que las historias que tanto quería que fueran ciertas, lo eran. Gracias al escenario pude interpretar a algunos de mis personajes favoritos, y vivir en alguna versión de su mundo por el tiempo que estuve montando la obra y representándola. Hubo un papel en particular que ha significado más que ningún otro y que de cierta forma representa la razón por la que siempre me ha llamado el teatro. Ese papel es en un musical acerca de una mujer que asesina a su amante en el Chicago de los años veinte y el proceso de su juicio. Es una sátira del sistema judicial como entretenimiento, un espectáculo en el que todos participan para darle al público lo que quieren. Todos, menos uno.

El personaje que interpreté en esa producción se llama Amos Hart, el marido de la protagonista. A principios del segundo acto, este personaje canta Mr. Cellophane, una canción en la que describe como siente su paso por el mundo: que nadie lo ve ni lo percibe. Es invisible, hasta que tiene este momento para que el público escuche lo que siente. Una canción, es todo lo que requiere para sentir que alguien lo está escuchando.

Sí, es simplemente un personaje en una obra, pero ese sentimiento es justo lo que nos lleva a muchos a querer pisar el escenario. Sentir que hay un lugar donde alguien nos está escuchando, donde no estamos vagando por la vida sintiendo que nadie nos escucha y que a nadie le importaría si al día siguiente ya no estamos. Puede que nos sentimos igual una vez que salimos al mundo real, igual de invisibles e igual de insignificantes, pero estar sobre el escenario nos hace sentir que por un momento y por el tiempo que nos está viendo el público que está encerrado en ese espacio, somos importantes y tenemos una voz. 

Al ser alguien que a lo largo de su infancia podía ser caracterizado como «raro», encontrar esta voz sobre el escenario fue algo muy significativo, algo que empezó con el Habima (donde participé cuatro veces). Gracias a este personaje encontré una manera de explicar lo que me llamaba del teatro, y enfrentarme a esa necesidad de que mi voz sea escuchada en un espacio en el que no existen las reglas de la sociedad. Puede que sea en un ambiente donde todo está armado para fingir ser algo que no existe, y que el personaje que interpreto tampoco exista, pero los sentimientos que generan y el impacto que tienen en el actor y el público, eso es algo que nunca será falso.

XXV Festival de Teatro Habima

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