Miriam Peretz vivió experiencias trágicas que no le desea a nadie. Pero su fortaleza, resistencia y esperanza, sí está dispuesta a compartir con todos.

La fortaleza de Miriam se evidenció desde una edad temprana, a pesar de haber vivido, en general, una vida tranquila. Ella era hija de padres pobres y analfabetos, e inmigró a Israel desde Marruecos. La calidez y la confianza que sus padres depositaron en ella, la llevó a ser segura de sí misma y a enfrentar nuevos desafíos.

Aceptaba trabajos serviles que otros no querían hacer y utilizaba el dinero para comprarles electrodomésticos y otros objetos necesarios a sus padres. Se propuso estudiar en la universidad, a pesar de no conocer la cultura y de que sus padres eran incapaces de apoyarla financieramente. Hubo muchas oportunidades para que Miriam se quejara, ya que carecía de muchas de las ventajas de sus compañeros de clase media. Pero ella ni siquiera se dio cuenta. Estaba demasiado ocupada estudiando y trabajando.

Eventualmente, Miriam obtuvo dos títulos, se casó, crió una familia y ayudó a construir una comunidad israelí en el Sinai. Cuando se firmó un acuerdo de paz con Egipto, la familia Peretz dejó su hogar porque el Sinai se evacuó y entregó a Egipto. Tristes por la pérdida de su idílica comunidad, pero con la esperanza de que se lograría establecer la paz, se mudaron a un pequeño barrio en las afueras de Jerusalem. Miriam aceptó una posición en la escuela local y pronto fue una popular directora. Estaba completamente dedicada a su carrera y a su familia, con desafíos, muy ocupada y satisfecha.

Luego golpeó la primera tragedia. Su hijo mayor, Uriel, fue asesinado por terroristas durante su servicio militar. El temido ‘llamado a la puerta’ llegó cuando representantes del Ejército se presentaron en su casa para informarles a Miriam y a su marido la terrible noticia.

La vida para Miriam y su familia jamás volvería a ser igual. Siempre estaría la silla vacía de Uriel en la mesa de Shabat y en otras celebraciones familiares. Su sabiduría y consejos serían extrañados por sus hermanos menores. Eliezer, el marido de Miriam, invirtió tiempo y esfuerzo en recuerdo de Uriel. Se dedicó un rollo de Torá en su memoria. Se realizaron distintas actividades para mantener la memoria de Uriel con vida. Pero no fue suficiente. Uriel ya no estaba y el corazón de Eliezer estaba destruido.

Nunca se recuperó de la pérdida. Murió cinco años después que Uriel y, si bien los análisis jamás lo podrán demostrar, incluso los doctores concordaron: murió de un corazón roto.

Miriam estaba ahora sin su fiel compañero. El hombre que la había alentado, escuchado y que había compartido todo con ella, cada paso de su travesía. La soledad era extraña y difícil.

Miriam tomó una decisión: seguir adelante. La vida debía continuar. A pesar de todo, ella seguiría estando presente y disponible para su familia. Continuó con su carrera y realizó trabajos voluntarios ayudando a otros que habían sufrido una pérdida.

Y luego ocurrió lo inimaginable. Casi doce años después del asesinato de su hijo Uriel, hubo otro ‘llamado a la puerta’. Otro oficial del Ejército apareció para traer noticias amargas. Su segundo hijo, Eliraz, fue asesinado en una batalla con terroristas en la frontera con Gaza. Cuando Miriam se dio cuenta que había oficiales uniformados en su puerta, se rehusó a abrirla. “Mientras no entraran y me dieran el aviso oficial, mi hijo aún estaba con vida. Quería conservar eso”. Pero fue un alivio muy breve en medio de la horrenda realidad que ahora enfrentaban Miriam y sus otros hijos: habían sufrido otra pérdida. Miriam explica: “Hasta ese momento, pensaba que estaba protegida por la muerte de mi primer hijo. Estaba segura de que mis otros hijos en el servicio militar estaban a salvo, ¿cómo podría la tragedia golpearme dos veces? Pero estaba equivocada”.

Miriam tenía ahora cuatro nietos sin un padre y una joven nuera que se había transformado repentinamente en viuda. Miriam describe que atravesó etapas de ira, desesperanza y aceptación. “Eventualmente llegué a aceptar que era impotente respecto a lo ocurrido. No podía revivir a mis hijos. No decidimos ni cuándo nacemos ni cuándo dejamos este mundo. Pero puedo despertar cada día y vivir una vida llena de sentido. Mi hijo estaría tan agradecido de volver por un minuto para oír a su pequeño hijo, ahora ya un niño grande, decir: “aba”. Entonces, ¿cómo puedo no apreciar tener otro minuto de vida?

Miriam es la primera en admitir que no es una misión fácil. “Sin dudas, si me quedara en cama la mayoría de los días estaría justificada. Y algunos días deseo hacerlo. Pero me mantengo en movimiento. Hay tanto que puedo hacer en esta vida. Me concentro en sentir gratitud. Puedo hablar. Puedo caminar. No son cosas simples. ¿Cuántas personas no pueden hacerlo? Cada día vuelvo a tomar la misma decisión: viviré”.

Y Miriam es increíblemente activa. Le habla semanalmente a cientos de soldados israelíes. Visita a familias que sufrieron la pérdida de un ser querido en el Ejército. Miriam es voluntaria en muchas organizaciones y causas. Tratar de conseguirla para una entrevista o encuentro no es tarea fácil, dada su abarrotada agenda.

Miriam llegó a ser bien conocida y querida por israelíes de todo tipo. Una breve caminata con ella lleva inevitablemente al encuentro con personas que le piden un abrazo o unas palabras de aliento. Su sonrisa y paciencia parecen abrir corazones. Sus experiencias dolorosas y su elección diaria de vivir se convirtieron en un ejemplo para tanta gente. “No renuncies” susurra mientras le aprieta la mejilla a alguien. “Todos los días podemos elegir. Algunos días serán malos, pero muchos serán buenos. ¡Sigue viviendo!”. Y, en medio de las lágrimas, comienzan a aparecer sonrisas inseguras. Pareciera que el mensaje de “Si yo puedo hacerlo, tú también” poco a poco llega al corazón. Algo de esperanza ha sido recobrada.

Y con un abrazo y una sonrisa, Miriam se va para continuar con su misión diaria: vivir.

La historia de Miriam Peretz es una travesía de determinación, fe y desgarradora tragedia, bastante similar al relato del Estado moderno de Israel. La canción de Miriam (Miriam’ song), de Gefen Publishing, cuenta su historia y describe cómo una mujer vivió tragedias inimaginables y, a pesar de todo, eligió vivir una vida de esperanza al tiempo que inspira a toda una nación. Miriam se convirtió en un símbolo nacional israelí de lamento y resistencia.

Zikarón BaSalon: encuentro íntimo

Por primera vez Israel y Polonia conmemoran en México Zikarón BaSalon (Recuerdos de la sala).

El Consejero Político de la Embajada de Israel en México, Sr. Alon Lavi, abrió las puertas de su casa para este evento.

El Zikarón BaSalon representa una nueva e significativa forma de recordar este día, ya que se genera un encuentro íntimo con los sobrevivientes del Holocausto.

Como parte del Yom Hashoá o Día del Holocausto que conmemora hoy Israel y el pueblo judío en todo el mundo, por primera vez la Embajada de Israel en México llevó a cabo el Zikarón BaSalon (Recuerdos de la sala), un acto de reflexión donde sobrevivientes, familiares y amigos que se reúnen para recordar esta fecha y compartir historias de lo que vivieron durante el exterminio de seis millones de judíos en la Segunda Guerra Mundial.

El Consejero Político de la Embajada de Israel en México, Sr. Alon Lavi, abrió las puertas de su casa para recibir al Sr. Abraham Majsner, sobreviviente polaco del Holocausto, su hijo Gerry Majsner, y el Sr. Wozny Paweł, encargado de Negocios de la Embajada de Polonia en México, entre otros invitados.

En el acto, los asistentes compartieron sus testimonios del Holocausto, sus estrategias de supervivencia y concluyeron con una reflexión sobre las huellas que dejó el genocidio nazi.

El Zikarón BaSalon es una forma de recordar este día, ya que se genera un encuentro íntimo con los sobrevivientes del Holocausto en una conversación abierta que va más allá de las fronteras culturales y políticas. Durante los últimos años Zikarón BaSalon se ha convertido en una comunidad de más de 500 mil participantes alrededor del mundo. Este evento comienza con el testimonio de algún sobreviviente, continúa con un ‘receso artístico’ donde los participantes pueden leer un poema o tocar un instrumento y termina con una conversación para reflexionar sobre las secuelas del Holocausto.

La finalidad del Zikarón BaSalon es: no olvidar el Holocausto y que jamás se vuelva a repetir.

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