El 5 de junio pasado se cumplieron 48 años de uno de los acontecimientos históricos más determinantes quizás, de la existencia de Israel. La llamada Guerra de los Seis Días. El segundo hito histórico más importante sin duda, después de la Guerra de la Independencia en 1948. El 11 de junio de 1967, Israel se despertó ante una nueva y sorprendente realidad. En el término de una semana, las fuerzas de Israel, habían literalmente destrozado a los ejércitos de Egipto, Jordania y Siria que amenazaban con destruirla. Israel ocupó territorios cuya extensión triplicaba la de su propio. Los soldados israelíes habían barrido en menos de 72 horas al ejército egipcio de todo el desierto del Sinai y se apostaban a las orillas del Canal de Suez. Observaban los suburbios de Damasco desde las Alturas del Golán y se abrazaban a las milenarias piedras del Muro de las Lamentaciones en la antigua ciudad de Jerusalem. La letra premonitoria de una nueva canción que se había escrito solo unos días antes de aquella guerra, llegó a convertirse en un segundo himno nacional. Jerusalem de Oro, era su nombre. En ella se reflejaba una profunda añoranza por la ciudad perdida en 1948. Días antes, se respiraba en la atmósfera, un profundo temor por el gran peligro que acechaba la existencia misma del tercer judío de la historia. Días más tarde, y embriagados por el triunfo en los diferentes campos de batalla, los líderes del y el pueblo todo, festejaban con sobrada razón, un acontecimiento inédito en los anales de la historia moderna, que dejó estupefacto al mundo. El pueblo judío en las diásporas, pudo respirar con alivio el hecho de que se hubiera evitado así, un segundo holocausto. Aquella justificada borrachera triunfalista de entonces, soslayaba de todas maneras, el hecho, de que el pequeño de Israel ocupara territorios habitados por una densa población palestina, en el Este de Jerusalem, en Judea, Samaria y en la Franja de Gaza. Así, de un día para el otro, todo el pueblo palestino fragmentado antes en tres territorios, quedaba completamente bajo la autoridad israelí. Se le sumaban a ellos entonces, los cientos de miles de árabes israelíes, ciudadanos de Israel desde 1948. De ahí en más y por intervalos, Israel conoció días aciagos de guerras y actos de terrorismo.
Se enfrentó a nuevos protagonistas del conflicto, como Al Fatah, Hamas, la Jihad Islámica o el Hezbolá. Pero también supo de días de regocijo, festejos y esperanza, cuando firmó los acuerdos de paz con Egipto y Jordania. Desde entonces, la díscola historia del Medio Oriente ha ido de tumbo en tumbo, desencadenado en los últimos años, una debacle casi total de los que fueran, los s árabes beligerantes de antaño. Luego de cuatro años de guerra fratricida, los gobiernos de Irak y Siria están al borde del colapso, dejando tras de sí, una estela de cientos de miles de muertos, y millones de seres desplazados y exiliados. Sus ejércitos están prácticamente diezmados o destrozados y hoy ya es claro, que sea cual fuere el resultado de estas guerras intestinas, esos dos países no volverán a ser lo que fueron anteriormente. La llegada de la mal llamada Primavera Árabe, trastocó fatalmente la estructura del poder y la seguridad del , en casi todos los países árabes de la región. Cambió regímenes y engendró monstruosas organizaciones terroristas, inspiradas en un Islam radical y genocida. El más notable por su avasallante furia sanguinaria, es el autodenominado Ejército Islámico. Mientras tanto, el 48º aniversario de la Guerra de los Seis Días, ha dejado ya hace algunos años, de ser motivo de festejos oficiales y populares en Israel.
Amén de la Marcha de Jerusalem, que reseña la reunificación de la ciudad, de la que participan miles festejantes. Aquella guerra se ha convertido hoy, en unas efemérides históricas más, de la que los medios de información dan cuenta de sus anales históricos. En la actualidad, Israel viene enfrentando una nueva modalidad de lucha que por lo general, no usa armas mortales. Luego de haber dejado atrás las confrontaciones masivas con los ejércitos árabes vecinos y el terror palestino contra objetivos israelíes y judíos en el mundo, ahora una nueva y amenazante ofensiva se cierne sobre el . Desde hace algunos años, opera desde Europa una organización denominada BDS, cuyas siglas en inglés significan, Boicot, Abstención de inversiones y Sanciones económicas. Este organismo se ha puesto como objetivo, boicotear las mercancías israelíes en Europa. Promover el boicot a las relaciones académicas entre universidades de Israel con sus pares en Europa y s Unidos, incluyendo a asociaciones de profesores y organizaciones estudiantiles. Impedir por todos los medios, la visita al país de artistas y científicos de renombre mundial, saboteando actos de conferencistas y la actuación de artistas israelíes en el extranjero.
Finalmente, el BDS, promueve la aplicación de sanciones económicas a Israel por parte de la comunidad internacional. Sus slogans no solo claman por los derechos palestinos, sino que van siempre acompañados de consignas antisemitas de la más baja calaña. Así como el BDS, existen decenas, sino centenares de organismos palestinos, árabes o simplemente de izquierda anarquista y de neonazis, que se funden en una sola masa antiisraelí y antijudía. Asombroso es observar que en los mismos días en que se producen estas manifestaciones antiisraelíes, los medios de información pueden dar cuenta de los actos más barbáricos y horrorosos cometidos por el Ejército Islámico, Al Qaeda o el mismo ejército sirio que bombardea a su población civil. La televisión muestra a islamistas radicales en Siria, Irak, Yemen o Libia, decapitando y quemando a minorías y hasta a los mismos musulmanes, que no se adhieren a su causa.
¿Quién podría contar cuántas manifestaciones de protesta se han promovido en Europa? ¿Dónde están los palestinos y sus adherentes que dicen luchar por los Derechos Humanos, protestando contra esos actos de lesa humanidad? ¿Dónde está el Consejo de DH de la ONU que no hace más que condenar siempre a Israel? Esta doble norma moral, oculta tras de sí, intenciones que delatan un odio irracional hacia Israel y hacia todo lo que represente algún signo judío. En las últimas semanas, esta campaña llegó a la FIFA, la Asociación Internacional de Fútbol. La delegación palestina elevó una moción, para que Israel sea expulsado de ese organismo. A último momento, los palestinos se abstuvieron de presentarla, ante la tenaz negativa de la federación europea, pero sobre todo, por la inseguridad de poder obtener el 75 por ciento de los votos requeridos para su aprobación.
Dos semanas atrás, el director ejecutivo de la compañía de telecomunicaciones francesa Orange, afirmó en El Cairo, que si por él fuera, cortaría todo lazo comercial con Partner, su filial en Israel, que cuenta con más de dos millones de abonados. Luego de verse en una muy embarazosa posición ante la opinión pública israelí y la de su propio país, hizo malabarismos para explicar su error, arribando finalmente a Israel, para disculparse. Los palestinos y sus auspiciadores en el mundo, promueven la expulsión de Israel de organismos internacionales, como así también, intentan llevar a la Corte Internacional de Justicia de La Haya, a políticos y militares israelíes, para que sean juzgados allí, acusados de cometer crímenes de guerra. Es totalmente legítimo y hasta podría considerarse positivo, el hecho de que los palestinos, estén tratando de cambiar el uso de la violencia, por el de una campaña de boicot y desprestigio hacia Israel.
Ese es el arma de lucha que en este momento han elegido, para combatir a Israel y lograr así su independencia. Si bien la campaña es dolorosa y humillante, por lo menos causa menos victimas humanas, que el terror y el lanzamiento de misiles de manera indiscriminada. No hay duda de que es preferible vender menos mercancías a Europa, que ser objetivo de misiles, que buscan matar a la mayor cantidad posible de israelíes. Para muchos, es menos importante el problema palestino, que su propio designio y cometido, que es la desaparición de Israel, como nacional judío. Por otro lado, la actual coalición religiosa-nacionalista de Netanyahu, pareciera hacer uso cínico de la campaña antiisraelí. Así como en el caso de Irán, están empeñados en destacar solo la victimización de la que son objeto Israel y los judíos, por parte de los palestinos y sus promotores antisemitas en el mundo. Pero en realidad lo que esa actitud pretende, es soslayar la verdadera raíz del problema. A los palestinos los asiste el derecho de luchar por conseguir un independiente, en lo que consideran su territorio.
Israel por su parte, tiene el deber de bregar por su integridad territorial y la seguridad de sus ciudadanos, ante cualquier amenaza interna o externa. El problema es que ambos protagonistas del conflicto, le apuntan de manera deliberada, erróneamente a sus objetivos. Los palestinos creen que una campaña de boicot y desprestigio hacia Israel en el mundo y el llamado de socorro a los organismos internacionales, les traerá finalmente en bandeja de plata, el tan deseado independiente. La ultraderecha y el nacionalismo israelí desconocen el derecho palestino a un , pues están convencidos de que la Guerra de los Seis Días, fue parte de un plan divino que deberá culminar, con la concreción de la promesa bíblica, que otorga la tierra de Israel al pueblo judío. Esas falsas premisas, parecieran eximirlos de pensar racionalmente y de encarar la situación actual, tal cual como se presenta hoy. Si en Israel no se entiende que el conflicto palestino se ha convertido en un agudísimo problema interno, que requiere con urgencia de una solución negociada, el país se despertará algún día, ante una realidad indeseable pero irreversible.
El conflicto no debe resolverse para satisfacer las ansias nacionales palestinas, sino y ante todo, para resguardar la salud moral de la sociedad israelí y los valores judíos y democráticos que la sustentan. Sacrificar esos valores que son la base constitucional sobre la cual se ha construido el , en aras de territorios, no solo significa violentar y desvirtuar la Carta de Independencia del , sino que podría convertirse en un peligro, para la existencia misma del único judío. Hay en Israel quienes creen que el actual estancamiento de las negociaciones que eterniza el status quo, podría subsistir durante generaciones. Ni los árabes y mucho menos los palestinos, están en condiciones hoy, de dictarle a Israel ninguna condición, afirman. Otros en cambio, opinan que de persistir la actual situación, ello conduciría irremediablemente a que Israel se convierta en un binacional, palestino-israelí. Lo que significaría una amenaza existencial no menor a lo que representaría un Irán nuclearizado o un Islámico radical, apostado frente a sus fronteras. Días pasados, la Corporación unidense Rand, para la investigación económica y social, dio a conocer los resultados de un estudio sobre el conflicto palestino-israelí, realizado por un equipo de estudiosos y expertos en ciencias políticas y económicas.
Él mismo está basado en cuatro posibles variantes. La primera, verifica la opción de que ambas partes, lleguen a un acuerdo negociado, basado en la separación en dos s independientes, con un compromiso territorial mutuo de seguridad, acompañado de una amplia cooperación económica. La segunda opción, habla de la posibilidad de un retiro unilateral israelí, por el cual este determinaría sus fronteras, acorde a sus propios intereses. Tal y como sucediera en el 2005, con la retirada israelí de la Franja de Gaza. La tercera posibilidad es que los palestinos con el apoyo de una alianza árabe, reanuden una lucha violenta y alienten un boicot internacional, que conduzca finalmente a la intervención de las potencias occidentales y de la ONU, por medio de la cual se impongan para ambas partes, los términos obligatorios de una división del territorio. La cuarta y ultima, es que Israel siga “administrando” el conflicto durante un periodo indeterminado, bajo el actual status quo. Mientras que la primera opción, vaticina una posibilidad de notable crecimiento económico y social para ambas partes, las dos intermedias prometen solo más conflictos, donde las partes se desgastarán y sufrirán serias consecuencias para sus sistemas económicos, con un serio impacto sobre la situación interna de ambos lados.
La ultima opción, presagia en el término de menos de una generación, el surgimiento de un palestino-israelí, conformado por dos poblaciones casi de iguales dimensiones, pero con diferencias culturales, religiosas y sobre todo socioeconómicas abismales. Lo cual sería determinante, para sumarle más y más componentes explosivos al conflicto. La elección está en manos de los líderes de ambas partes. Pero al gobierno de Israel, por tratarse de la parte más fuerte y dominante en la realidad actual, le cabe la responsabilidad de tomar la iniciativa.
Lamento que razones de salud, me mantuvieran alejado por algún tiempo, del contacto con los lectores. A todos ellos les envío mis disculpas y a los que me contactaron para desearme un rápido restablecimiento, vaya mi más sincera gratitud.
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