No es hasta 1821 cuando la Independencia de México se consumó. En 1815, después de la muerte de Morelos, España se volvió a fortalecer debido a la derrota y deceso de Napoleón Bonaparte. En ese mismo año, el rey Fernando VII regresó a la península, pero en lugar de gobernar bajo la Constitución de 1812, como se creía, dejó a un lado sus promesas liberales y se convirtió en rey absoluto. Esto llevó a que en 1820, España sufriera un golpe de Estado dirigido por el general Rafael Riego, que obligó al rey a cambiar su trayectoria hacia un régimen constitucional.
El gobernar en forma “liberal”, significaba que el rey debía estar limitado por la Constitución que para 1820 se había reformado sobre todo en materia anticlerical. El ataque a la institución eclesiástica se tradujo en la supresión de los monasterios, la continuación de la expulsión de los jesuitas, la extinción de los mayorazgos, del derecho de las instituciones eclesiásticas y civiles de adquirir más bienes raíces y la abolición del fuero eclesiástico y militar.
Las reformas que se legislaron en 1820, agredieron profundamente el sentimiento religioso que imperaba en toda la sociedad novohispana. Asimismo, provocaron el descontento de los militares quienes formaron el ejército realista para evitar la independencia, ya que se abolía el fuero militar, sin reconocer su lealtad a la madre patria, por defenderla durante la insurgencia y sin premiarlos con un ascenso o un cargo público.
La población de los distintos estratos sociales de la Nueva España se dio cuenta, que la metrópoli, ya fuera con un gobierno absolutista o liberal, continuaría siendo sometida como una colonia y no se le daría autonomía alguna. La Nueva España había quedado muy debilitada y dañada económicamente después del movimiento revolucionario de la insurgencia y necesitaba reformas al interior, que le permitieran superarse y llegar a la bonanza que se había experimentado antes de 1810. España no se percataba de esas necesidades y seguía con la idea de sujetarla sin cambio alguno para su bienestar.
Por consiguiente, las élites criollas novohispanas, evaluando el descontento social que causaba la aplicación de la Constitución española en 1820 por diversas razones, vieron el momento de consumar la Independencia. Es en este momento, cuando surgió la figura de Agustín de Iturbide. Este era un militar criollo que había sido invitado por Hidalgo a unirse al movimiento revolucionario, y aunque probablemente él profesaba ideas autonomistas, se negó, por no estar de acuerdo con la violencia que se estaba llevando a cabo. También había sido la persona que había vencido a Morelos y a los insurgentes en la batalla de Valladolid en 1813, que significó el declive de este movimiento, por lo que no era querido por este sector.
En 1820, había sido invitado a unas reuniones que se llevaban a cabo en la iglesia de la Profesa donde asistían, tanto gente de la élite criolla de las clases altas y los letrados de las clases medias criollas, quienes estaban preparando una conjura para separarse de España y veían en Iturbide la persona idónea para dirigirla. Simultáneamente, el virrey Ruiz de Apodaca, Conde del Venadito, le había encargado a este apaciguar la guerra de guerrillas constante que había en el Sur, dirigida por Vicente Guerrero a favor de la Independencia, que era una cuña para el gobierno virreinal.
En la misión que el virrey Apodaca le encomendó a Iturbide, este le volteó la moneda y en lugar de reprimir a Guerrero, expidió el Plan de Iguala para conseguir la Independencia. Antes de ello, le escribió a Guerrero proponiéndole una entrevista en la cual pudiera abrazarlo y le exteriorizaba sus planes de independencia, bajo las tres garantías de Independencia, Unión y Religión. Lograda esta se establecería un gobierno monárquico moderado constitucional.
Según Guadalupe Jiménez Codinach, el plan obedecía a un deseo generalizado de la mayoría de la población novohispana de unirse y conseguir la independencia, respetar la religión y a las instituciones que la representaban, por lo que era un plan de conciliación de intereses que se dieron durante los once años de lucha, expresado en las tres garantías.
Independencia: con los insurgentes Iturbide compartió la idea de independencia expedida por Morelos y los letrados que lo secundaban, pero buscó que el sesgo popular que los acompañaba se tranquilizara para lograrla. El Plan de Iguala compartió con la insurgencia la abolición de la esclavitud, de las castas para obtener la ciudadanía y la defensa de la religión católica. Se concilió con los sectores medios criollos al darles la posibilidad de acceso al poder a través del Congreso al proponer una monarquía constitucional.
Unión: Iturbide también concilió con la insurgencia y Morelos con respecto a moderar el desequilibrio social causado por un sistema de privilegios, mediante la igualdad ante la ley a todos los ciudadanos americanos, europeos que decidieran quedarse, incluyéndose a las castas e indios, lo que era inimaginable en el régimen español. No estaba en el contexto de la época la idea de que para resolver la heterogeneidad social se necesitaba una repartición de la riqueza. Para la época la solución de la Independencia era política y no de corte social. Unión también significó el énfasis de convivencia y solidaridad entre españoles y americanos, los cuales serían regidos por una constitución propia para la América Septentrional.
Religión: al clero se le daban esperanzas de conservar sus bienes y privilegios al suprimirse las reformas de la Constitución española. Asimismo, la religión fungía como lazo de unión y de identidad entre todos los habitantes que vivían en la Nueva España.
Toda esta conciliación se demuestra bajo el movimiento pacífico que implicó la campaña de Iturbide de menos de un año, sin derramar una gota de sangre y por las fuerzas que lo apoyaron para conseguir el objetivo deseado por la mayoría de la sociedad novohispana, después de once años de lucha.
Esto llevaría a la necesidad de replantear la marginación que tiene en la historiografía mexicana Agustín de Iturbide, y evaluarlo como una persona que luchó por la libertad del país, como lo hicieron anteriormente Hidalgo y Morelos, y no como un militar que traicionó al virrey, para cumplir los deseos de la élite criolla de lograr la independencia. Solo que el movimiento Trigarante que organizó Iturbide, aunque perseguía la independencia como la insurgencia, era distinto a lo que habían sido los de Hidalgo y Morelos, puesto que se dio en una circunstancia muy diferente.
El movimiento Revolucionario de Miguel Hidalgo y Costilla
Los deseos autonomistas antes de la independencia (Segunda parte)
Los deseos autonomistas antes de la independencia (Primera parte)
Sorpresas y valores de familia
Jóvenes judeomexicanos visitan proyectos Wizo en Israel
Propuestas de Piketty en el capital en el siglo XXI (cuarta parte)
Propuestas de Piketty en el capital en el siglo XXI (tercera parte)
Propuestas de Piketty en el capital en el siglo XXI (segunda parte)
Propuestas de Piketty. El capital en el siglo XXI
Éxito de Israel ante la lucha contra la sequía
Lo indescriptible e imprescriptible de la Shoá
Riesgos al idealizar un proyecto de nación
Ayotzinapa, ejemplo de arbitrariedad e impunidad acumuladas
¿Gobernar y cumplir o promover la imagen pública?
Identidad y diversidad dentro del problema Israelo-Palestino
Reformas de estado y operatividad
El peso de los hábitos en la política mexicana
Diálogo entre Liberalismo y Socialismo
Rescatar a la cultura con “C” mayúscula
Redefiniendo el concepto de cultura
Efectos de la primacía de una cultura
Mensajes de la Shoá para la contemporaneidad
Apañando a las jovencitas antes que caigan
Empoderamiento de la mujer dentro del ejército Israelí