La enseñanza de la historia mexicana en nuestro país adolece de una gran debilidad. No se separa de los juicios enaltecedores y despectivos de la historia oficial. Esto provoca que exista el riesgo de que cuando en la esfera política se busque un ejemplo histórico para lograr un objetivo, se distorsione lo que sucedió realmente, y la gente crea que el abanderado que profirió ese modelo histórico va actuar de acuerdo a él.
Entre los personajes históricos admirados de uno de los candidatos a la elección presidencial, se encuentran Benito Juárez y Francisco I. Madero, ambos ‘hicieron historia’ y tuvieron muchas ventajas. El primero fue contumaz para luchar por las Leyes de Reforma anticlericales soportando una guerra civil de tres años y una intervención extranjera a fin de que estas quedaran selladas para el proyecto de nación del México Moderno. El segundo, a través del enfrentamiento a la dictadura de 30 años del presidente liberal Porfirio Díaz, permitió que la democracia irrumpiera en el país, por una temporada muy corta, la de su mandato, hasta que fue asesinado.
Sin embargo, como todos los ‘héroes históricos’, estas personalidades también tuvieron desventajas. Así, Juárez en su lucha por la Reforma anticlerical, y como hombre que creía en ese proyecto, luchó por la Ley Lerdo, que despojaba a la Iglesia y a las comunidades indígenas de sus tierras comunales, y por la fuerza de las circunstancias, estas fueron a caer en manos de los intereses extranjeros y terratenientes, propiciando el latifundismo y dejando al campesino sin medios con que sobrevivir. Este fenómeno del engrandecimiento de la gran propiedad territorial y el empobrecimiento de las mayorías campesinas de raigambre indígena, se dio con el presidente Díaz, que no hizo otra cosa que cumplir con el programa liberal, en el que tanto él -como mestizo- y Juárez -como indígena- creían. Para ambos, el indígena debía ‘desindigenizarse’ y ‘occidentalizarse’, para que pudiera salir de su situación de indolencia. Paradójicamente, quien sí pensó en mejorar la situación de los indígenas, que eran la mayoría del ‘pueblo’ en ese entonces, fue el emperador fallido y extranjero, Maximiliano.
El descontento de las comunidades indígenas despojadas de sus tierras, después de cuarenta años de aplicar el proyecto liberal de desamortización de las tierras pertenecientes a las corporaciones o comunidades, llegó a tal grado, que cuando Madero expidió el Plan de San Luis, para arengar a la lucha por la revolución el 20 de noviembre, pusiera en el artículo 3°, que las tierras despojadas a las comunidades (entiéndase comunidades indígenas campesinas) por las leyes deslindadoras de tierra que cumplían con el proyecto liberal, serían restituidas a sus antiguos dueños. Esto provocó que Emiliano Zapata con los campesinos de Morelos y otros estados, se unieran a la Revolución, que tuvo la victoria y permitió que Madero entrara a la presidencia. Ante el espíritu democrático que se dio en ese momento, este último no pudo cumplir con la promesa de restituir las tierras despojadas a los propietarios originales, por lo que Zapata rompió con Madero y sacó el Plan de Ayala que luchaba por el lema de “Tierra y Libertad”. Finalmente, Madero fue asesinado y la aspiración a repartir y entregar esas tierras en pequeña y mediana propiedad, no se dio hasta la Reforma Agraria de Lázaro Cárdenas.
Cuando el movimiento de Madero tuvo la victoria, el presidente Díaz renunció. Al estar en Veracruz para embarcarse a Francia en el Ipiranga, les dijo a las personas que lo habían acompañado a despedirlo. “A ver si Madero va a poder con el “tigre” que ha soltado”. Díaz tuvo razón, Madero no pudo con el “tigre” que se soltó en el movimiento revolucionario, que duró aproximadamente diez años.
En mi opinión, utilizar arengas tales como: “no soy responsable del tigre, en caso de fraude electoral”, aparte de que no son originales, pero sí pasionales, tampoco son muy convenientes para los que creen que ‘juntos haremos historia’.
En primer lugar, historia se hace siempre, cada vez que el tiempo pasa se suceden los acontecimientos, y al seleccionar los relevantes se hace historia, tal y como se dio el proceso de democratización en nuestro país, desde el movimiento estudiantil de 1968, la alternancia del poder presidencial el año 2000 hasta hoy en día que estamos viviendo este proceso electoral en medio de una democracia débil, pero también llenos de ira y, por lo tanto, deseosos de un cambio. El ‘cambio’ lo queremos todos, pero lo difícil es ponernos de acuerdo en qué tipo de ‘cambio’ y cómo realizar ese ‘cambio’.
En mi opinión, la amenaza del “tigre” que se puede soltar, ya está presente desde hace varias décadas, por no encontrar el proyecto integral político, económico, social y cultural, que implique un desarrollo económico, pero también un desarrollo social.
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