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Importancia del voluntariado en organizaciones sociales comunitarias como forma de participación ciudadana

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Diana Kuba

El 11 y 12 de noviembre tuve la gran oportunidad de asistir de parte de WIZO a la III Cumbre Iberoamericana de Desarrollo Institucional para OSC, organizada por ORT, entre otras instituciones, a quien agradezco que nos haya invitado, pues nos abrió un horizonte de posibilidades como personas y organización. Hay que abrirse siempre a escuchar lo nuevo y estar en disposición de aprender.

Entre las múltiples conferencias y talleres que se impartieron me enganché con la de Kevin Foyle sobre el Poder de la pasión en el liderazgo, no porque haya sido la mejor, ni porque soy una apasionada del liderazgo, sino porque dentro de su propuesta dijo algo que me conectó con el tema de la necesidad de participación ciudadana, tan impulsado hoy en día por algunos voceros de opinión, ante los diversos acontecimientos que se están viviendo en el país, que instan a la población hacia demandas de un cambio.

La pregunta es: ¿cómo participar como ciudadanía a fin de lograr un cambio sociopolítico en el país? Según Kevin Foyle una forma de participación ciudadana es la del voluntariado en una organización comunitaria no lucrativa con fines sociales. Por consiguiente, es importante que las organizaciones voluntarias, independientes de las esferas gubernamentales, pero partícipes de las necesidades del Estado se comprometan, se apasionen y se entusiasmen por las causas para las que fueron creadas, ya que son un instrumento para generar y fortalecer un ambiente de mejores condiciones sociales, de salud y finalmente de sentido de cambio de que las cosas pueden ser distintas en la comunidad, región, país y en el mundo. Las organizaciones de asistencia social de diferentes índoles se convierten en un brazo derecho de muchos gobiernos gracias a los fines que manejan donde están inmersos los valores del voluntariado y del sentido de compromiso.

Sus acciones en procuración de fondos y de contacto con la gente y los problemas que desean atender, les sirven a los gobiernos de asesoría y de guía para lo que se tiene que hacer y cómo puede realizarse. Asimismo, consuetudinaria y paulatinamente van construyendo los cimientos de un espíritu de libertad y democracia dentro de la cultura política de un Estado. Ser líder o voluntario de una organización de asistencia social sin fines lucrativos es materia de orgullo personal que permite al individuo o a la organización en su conjunto presentarse frente a las autoridades gubernamentales bajo un espíritu de autonomía y respeto.

Este mensaje me cayó como anillo al dedo ante el dilema que estamos viviendo en el país con las manifestaciones sociales de inconformidad y descontento, cuya razón de realizarse pueden ser muy justas puesto que es una manera de hacerse escuchar ante las autoridades de las vejaciones e injusticias a las que han estado sujetos ciertos sectores sociales y la sociedad civil en general. La salida de la gente a manifestarse en las calles no es una práctica nueva en la historia de México; las manifestaciones sociales se presentaron desde la época Virreinal, después de la Independencia y en la posrevolución hasta hoy en día.

La pregunta es: ¿si se gana algo con ellas para producir visos de cambio y presionar a las autoridades que atiendan los problemas de fondo que se requieren solucionar? En mi opinión los efectos de las manifestaciones sociales son contradictorios. Por un lado, percatan a la población de las profundas problemáticas que existen, la hacen palpar la heterogeneidad y complejidad de intereses sociales que se confrontan en el país y de lo difícil de su resolución. Pero por el otro -sin demeritar las buenas razones por las que se realizan, que pueden ser pacíficas, algunas incendiarias, otras manipuladas o con grupos de choque- paralizan a la mayoría de la sociedad civil que tiene que salir a la calle para cubrir sus necesidades de trabajo y obligaciones cotidianas, por lo que esta, las puede apoyar por un breve lapso, pero después de tantas, las trivializa e incluso las detesta. Esto provoca un efecto de bumerán, ya que en lugar de tomar una posición empática y de participación civil activa con el descontento de quienes se están manifestando, la gente prefiere enajenarse y dejar que el paso del tiempo aquiete sus “pasiones”.

Es por eso que considero que una forma de canalizar el descontento social y las indignaciones acumuladas que existen, es a través de la participación voluntaria en organizaciones no lucrativas de distintas visiones y misiones que incidan en la solución de los múltiples problemas socioeconómicos, culturales y ecológicos que aquejan al país. Esto nos llevaría de una actitud pasiva hacia una activa en forma pacífica, para contribuir al desarrollo de la sociedad en diversos aspectos, amén que simultáneamente, nos haría crecer y desarrollarnos como personas.

El judaísmo se caracteriza por tener una gran trayectoria histórica de participación voluntaria en la vida comunitaria, experiencia social que ha sido uno de los pilares de su sobrevivencia a lo largo del tiempo en diversos lugares. Aunque ya hay varias organizaciones judeomexicanas que se dedican a la asistencia social en nuestro país en distintas áreas y cuya labor es encomiable, convendría reflexionar en cómo incrementar su número y canalizar los esfuerzos para lograr una mayor participación ciudadana, para así, lograr con el conjunto de la sociedad ciertos visos de que las cosas pueden ser diferentes y con el tiempo pueden cambiar.