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OUR TIMES: Cambia tus tiempos 3

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Orit Gugenheim y Eduardo Abadi

Si murieron todos, ¿quién los enterró?”
Exorcista

Letras fantasmales que te acechan.
Letras monstruosas que desgarran tu imaginación.
Letras sigilosas que se transforman en tus pesadillas.
Letras sangrantes que con sus gotas perforan tu alma.
Letras demoniacas que poseen tus páginas.
Letras, negras por terror.

Continuación de La maldición de la bruja

//Gabriella Colin

La madre, que resultaba ser la bruja más fuerte y peligrosa del Reino. Nos miramos a los ojos, mientras mi boca goteaba sangre de sus hijos y ella, con lágrimas lentas, me sonreía con odio.
¡Maldita seas! – me gritó – nunca conocerás la felicidad, y aunque creas encontrarla, tarde o temprano será arrebatada de ti. Lo he dicho yo, tu peor pesadilla.

Son diez años después de ese día maldito, pero todavía me hostiga como si hubiera sido ayer. Estoy casada ahora, con tres hermosos hijos. Se podría decir que llevo una vida feliz, normal, pero no es así. Una pesadilla recurrente me acecha sin descanso, amenazando con una tragedia a mi familia. La única solución que se me ocurre es ir a buscar a la bruja, ofrecerle mi más humilde perdón y esperar que me revoque la maldición.

La encontró en una cabaña vieja, que parecía abandonada. Sin necesidad de decir siquiera una palabra, la bruja notó la sinceridad de su corazón arrepentido y, con palabras mágicas y gestos de manos, la maldición fue destruida, con la única condición de que nunca olvidara su crimen.

Con el paso del tiempo, esta horrible historia fue quedando empolvada en mi memoria. Hasta que un día desperté con esa sed atroz, tan horriblemente conocida.

Mi última visión, antes que el rojo me nublara, fue la bruja.

Su maldito rostro recordándome de su crimen. Su maldita voz volviendo a imponerme la maldición.

¿Cordura?

//Eduardo Abadi

No. Ya no más. Por favor, ya no quiero más.

No me están entendiendo. Ya me harté de todos ustedes.

Ya no los soporto más. Pero por más que les digo, no me dejan solo. No se quieren ir.

¡Yaaa! No los quiero seguir escuchando.

Me torturan, ellos saben. Sí, yo sé que saben. Me conocen casi tan bien como yo conozco esta celda horrorosa de paredes más blancas que una muerte pacífica. Sí, eso es lo que deseo: una muerte pacífica.

Pero me desvié del tema. ¡Ya cállense! ¡Qué les hice yo! Sé que saben, saben que no puedo ignorarlas.

Viven dentro de mí.

La gente me dice que las puedo sacar, que fui yo quien las metió ahí dentro, quien las encerró en mi mente, en mis oídos.

Pero no puedo, aunque todos me lo digan. ¿Son personas o solo visiones? Tal vez todos estos "doctores" infernales no sean más que un engaño de mis ojos, como las voces.

¿Qué les hice yo? ¡Ya cállense por favooor!

Por lo menos antes de que me metieran aquí podía tratar de sacarlas con mis manos, de jalarlas hacia fuera. Me sangraba un poco, pero se iban por un momento. Me dejaban en paz.

Ahora, con esta maldita cosa que me amarra, que me inmoviliza, no puedo ni acercarme a ellas.

Las voces se apoderan de mí, me molestan, y no me dejan en paz, nunca... nunca... nunca…

La inútil protección del miedo

//Anónimo

Mis papás siguen peleados. Es una pesadilla. Ninguno de los dos se habla, ni siquiera se miran. A veces quisiera que todo fuera más sencillo. La cena, como es de esperarse, está llena de tensión. Nadie habla ni una sola palabra, nos envuelve un silencio sepulcral, lo único que se escucha es el tic-tac del reloj. Termino de cenar y me subo a mi habitación. No hago mucho, solo me siento y veo la puesta de sol mientras mis papás se gritaban otra vez.

Me arrullan sus gritos con su inquietante monotonía.

De pronto, un brusco ruido proveniente de la cocina me despierta, acelerado. Me quedo inmóvil apenas atreviéndome a respirar. Los ruidos se intensifican, parece como si alguien estuviera tirando al piso todos nuestros cajones. De pronto, silencio de nuevo, todo queda tan quieto como de costumbre, pero eso me deja más inquieto ¿qué era? Antes de que pudiera pensar en una explicación el ruido empieza otra vez, pero ahora proviene de la sala, y se empiezan a escuchar gritos. Siento cómo mi corazón late cada vez más rápido. Intento descifrar de quienes son los gritos. ¡Es mi mamá! Siento ganas de llorar.

¿Qué hago? ¿Qué puedo hacer? Quiero bajar a la sala, pero estoy tan aterrorizado que no puedo ni salir de mi cama. Intento calmarme y me enfoco en la otra voz. Ya sé de quién es, pero me da miedo admitirlo. Es de mi papá.

El miedo me consume mientras me imagino la escena pasando abajo ¿mi papá golpea a mi mamá? No puede ser. No. Mi papá no es así. Intento pensar en otra opción, pero no logro hacerlo. Me meto debajo de mi cama como un inútil símbolo de protección que me aísle de la realidad. Los gritos siguen, y ahora ya no hay lugar a duda: mi papá está golpeando a mi mamá. Ahora escucho los gritos de mi papá, maldiciones y llantos. Parece que algo se apoderó de mi papá. No es él, no es él. Lo que sigue es el infierno en la tierra.

Los gritos de mi mamá no cesan, cada vez se escucha más dolor y desesperación en ellos. Llora implorando piedad, una piedad que no le es mostrada.

De pronto, escucho golpes secos ¡bum! ¡bum! ¡bum! Hasta que los gritos se detienen. Ahora solo quedan las maldiciones de mi papá y su llanto. Me temo lo peor.

Pero de pronto, como para contradecirme, escucho los mismos golpes secos ¡bum! ¡bum! ¡bum!

Y los llantos y gritos de mi padre cesan.

Silencio. Pasa una eternidad. Un golpe seco me ciega.

Negro.

Belleza mortal

//Mijal Espinosa

Ese año entró en la Escuela Secundaria de Connecticut una nueva alumna: Allie. Una chica de 16 años con un físico impactante. Tiene ojos verdes, cabello castaño claro, piel bronceada, una hermosa y perfecta sonrisa, y un cuerpo que toda modelo envidiaría. Pero su apantallante aspecto no era lo realmente interesante sobre esta joven.

Durante la primera semana de clases sucedió una terrible tragedia que estremeció a todo el pueblo: el jefe de policía, que era muy querido por todos gracias a su pasión por mantener el orden y la paz en el pueblo, había sido asesinado de una manera brutal, y su cadáver había sido abandonado en el bosque, destrozado. Este solo fue el primero de sucesivos asesinatos que ocurrieron durante los siguientes meses, pero nadie lograba dar con el asesino. Lo más curioso era que todas las víctimas eran asesinadas de la misma manera: de noche, en un lugar apartado, y con parte de sus órganos desaparecidos de la escena del crimen.

Todos los muchachos de la E.S.C. estaban locos por Allie, pero ella no parecía interesada en ninguno. Hasta que conoció a Steve, el típico niño inteligente buleado por todos, y entonces por fin pareció encontrar lo que buscaba.

Allie y Steve pasaban todo el tiempo juntos en la escuela, y en las tardes salían a pasear o a hacer tareas juntos, y pronto Steve se empezó a enamorar de ella.

Mientras pasaba el tiempo, los asesinatos en el pueblo empezaron a ser más recurrentes, hasta que se extendieron por toda la ciudad.

Steve había visto al padre de Allie varias veces cuando la iba a dejar a su casa, pero tenía la impresión de no caerle nada bien: siempre lo miraba como si estuviera celoso, como si le estuviera advirtiendo que Allie era suya. Steve pensaba que era un comportamiento paterno normal y no le puso mucha atención.

Un día Steve dejó de ver al padre de Allie y cuando le preguntó por él ella le contestó:

-No era mi padre.
Y cambió de tema.

Steve nunca había ido a casa de Allie, así que un día le sugirió ir ahí para hacer la tarea. Una rápida sombra de preocupación se delató en la cara de Allie, pero rápidamente desapareció y ella aceptó más relajada.

Esa misma tarde fueron a su casa, y Steve notó que era muy diferente a una casa normal: le faltaban muchos muebles, estaba muy oscura y fría, no habían adornos de ningún tipo. Se sentía triste y vacía. Mientras Allie se fue a la sala a buscar un libro que necesitaban para hacer la tarea, Steve fue a la cocina, donde había una mesita con unas fotografías enmarcadas; se veían muy antiguas y gastadas. En ellas se podía ver a Allie con otros muchachos de su misma edad, pero parecían ser de otra época. Una de las fotografías le llamó particularmente la atención, y después de verla un rato entendió por qué: el muchacho que aparecía con Allie en la foto tenía exactamente el mismo aspecto que su supuesto padre, solo que mucho más joven. Steve no se quiso preguntar al respecto y solo ignoró lo que había visto. Siguiendo con su cometido, abrió el refrigerador para buscar algo de beber, pero en lugar de eso encontró recipientes llenos de órganos con sangre goteando por todos lados.

Le dieron arcadas, así que prefirió bloquear ese recuerdo de su memoria.

Pasaron los meses y Steve ya se había enamorado perdidamente de Allie. Solo pensaba en pasar el resto de su vida con ella. Pero un día, cuando ya faltaban un par de semanas para el fin de curso, Allie le dijo que se iba a ir para siempre de Connecticut. Steve no lo podía creer, estaba destrozado. Allie lo notó y le dijo:

- Me amas, ¿verdad?
- Sí, con todas mis fuerzas.
- Entonces, ¿harías cualquier cosa por mí? ¿Para no perderme?
-Daría mi vida.
Allie sonrió triunfante y dijo:
- Serás mi nuevo cazador, mi amor.

La niña del vestido blanco

//Orit Gugenheim

Acerca su pálida mano al espejo. La imagen la imita.
Confiada, avanza hasta quedar a milímetros de distancia de su gemela. Las narices casi se rozan, los dos pares de ojos claros se inspeccionan con curiosidad fría, delicada inocencia.
De pronto, una horrible mancha oscura contamina con sus rojos tentáculos la pureza de la niña, quien, con agonizante suavidad, cae muerta al piso.
La niña del vestido blanco sonríe eternamente detrás del vidrio.

OUR TIMES: Cambia tus tiempos 2

OUR TIMES: Cambia tus tiempos 1