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Propuestas de Piketty. El capital en el siglo XXI

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Diana Kuba

Hace aproximadamente un año se publicó en español el libro del economista francés Thomas Piketty, El capital en el siglo XXI. De acuerdo con algunos editorialistas, este representaba al Karl Marx del siglo XXI. La cuestión radica en ¿qué retoma Piketty de Marx y en qué se diferencia de este? Efectivamente, Piketty realizó un estudio exhaustivo sobre el comportamiento y distribución del capital desde el siglo XVIII hasta 2013, atreviéndose a dar algunas predicciones para el año 2030, que si bien, no asegura que necesariamente sucedan, previene que es necesario tomar medidas de justicia social por los estados nacionales y a escala mundial, para que la desigualdad de la propiedad del capital no llegue a situaciones extremas, en que una elite del 10 por ciento concentre más de 70 por ciento del capital en Europa y del 90 por ciento de este, en Estados Unidos, mientras que el 50 por ciento de los sectores más pobres solo puedan acceder al 5 por ciento de ese capital en ambas regiones.

A diferencia de los estudios acerca de la desigualdad del siglo XX de Simón Kusnetz, basados en la desigualdad de los ingresos, donde este concluye que esta se ha ido reduciendo a través del tiempo, Piketty retoma los parámetros de David Ricardo y Karl Marx sobre cómo se ha distribuido la propiedad del capital durante un tiempo de larga duración. Así, demuestra que la desigualdad del capital (no de los ingresos que cada persona percibe por su trabajo) tiende a ensancharse más, si se deja actuar a la economía de acuerdo con las libres fuerzas del mercado de la oferta y demanda, hasta llegar a puntos álgidos como el de la Bella Época en 1910, antes de la Primera Guerra Mundial y a los que se están alcanzando en este siglo en 2010 ―que no distan mucho del nivel de desigualdad de hace cien años, después de que esta desigualdad se redujo temporalmente debido a la debacle económica que significaron las dos guerras mundiales, que dejaron a la sociedad occidental tan devastada, que los países considerados europeos ricos y Estados Unidos, se vieron precisados a intervenir y promover sus economías domésticas para tomar medidas regulatorias, con objeto de mejorar las condiciones de vida de sus comunidades nacionales.

Esta política de intervención económica de 1950 a 1980 dio como resultado los llamados ‘Treinta años gloriosos’ o en palabras de Erick Hobsbawm, los ‘Años de bienestar social’. Este periodo se caracterizó por un mayor gasto público basado en un incremento proporcional de las cargas fiscales sobre el ingreso, en la inversión estatal en los sectores de salud y educación, y en los derechos de transferencias y pensiones por desempleo y jubilación. Tales políticas económicas lograron una reducción de la desigualdad social, que si bien, no implicó la culminación del proceso de la concentración del capital, sí lo aminoró y permitió el acceso a las mayorías de la sociedad de mejorar sus condiciones de vida y de poderse hacer de un pequeño capital. Sin embargo, este modelo económico empezó a declinar, según los economistas a favor del librecambismo, por la carga económica del gasto público promovido desde arriba por el Estado, y por lo tanto fue sustituido desde la década de los ochenta hasta hoy en día, por el ‘neoliberalismo’, que significó el adelgazamiento de las responsabilidades sociales de los Estados y el libre funcionamiento de las fuerzas económicas, para que con el transcurso del tiempo, de ‘forma natural’ se vaya reduciendo y estabilizando la desigualdad social.

Basado en fuentes de los ingresos y egresos nacionales de distintos países ricos occidentales, Piketty demuestra que el gasto social en educación, salud, desempleo y jubilación durante esos años (1950 a 1980), implicó solo entre un 25 y 35 por ciento de los egresos de tales estados, lo que para él es una cantidad razonable para la inversión en las mejoras de la calidad de vida de la mayoría de sus poblaciones. En cambio, a lo largo de su estudio demuestra que la implementación del neoliberalismo en los últimos treinta años (1980 a 2010) ha traído como consecuencia, nuevamente una radicalización de la desigualdad social y una tendencia a la concentración del capital por las elites, mientras que las mayorías pierden cada vez más, las oportunidades de acceder a él y de hacerse de alguna pequeña propiedad, ya sea inmobiliaria, industrial, comercial, bancaria, de seguros de enfermedad y de vida.

De aquí, la semejanza de Piketty con Marx y Ricardo (estos dos últimos de ascendencia judía) es que el primero se basó en sus metodologías para abordar el tema de la desigualdad social desde la perspectiva de cómo este se distribuye en diversas naciones ricas, a través del tiempo. Su diferencia con Marx radica en que él no intenta dar una teoría derivada del materialismo histórico, basado en los distintos modos de producción, la lucha de clases que se dio en cada uno y en la predicción de que el capitalismo sería vencido por la toma del proletariado del poder político del Estado y la destrucción de la burguesía para ingresar a la era del comunismo. Piketty no teorizó como Marx, se basó en un estudio empírico-histórico de tres siglos. Tampoco rompió con la corriente económica del capitalismo. Sin embargo, propone un capitalismo distinto al de corte ‘neoliberal’ de los últimos treinta años; un capitalismo que retome nuevamente el principio de justicia social que comprometa a los Estados y, al mundo en general, a satisfacer los derechos de salud, educación y cultura (aparte de los de libertad política e igualdad jurídica), a fin de mejorar las condiciones de vida de las mayorías para reducir los niveles de desigualdad. Esto se lograría, según él, a través de un impuesto proporcional y progresivo al capital, y sobre todo al gran capital que está concentrado en los percentiles y deciles de las elites económicas del mundo.

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